domingo, 30 de octubre de 2011

El efecto yo-yo

Las dietas milagro prometen adelgazar de forma rápida y sin esfuerzo, sin embargo, quienes las ponen en práctica, al abandonarlas recuperan más kilos que los perdidos (fenómeno conocido como efecto yo-yo) y no sólo no consiguen corregir los malos hábitos de alimentación, si no que acentúan los errores
Con las dietas milagro cuya duración no suele exceder de dos semanas, se pierde peso y volumen a expensas de glucógeno, proteínas, agua y minerales, y no de grasa, que es lo que realmente se quiere y se debe perder.


¿Por qué pasa esto?


Cuando se lleva a cabo una restricción energética o de calorías, es decir, cuando la persona inicia una dieta para perder peso, el organismo pone en marcha una serie de mecanismos con el fin de compensar dicho déficit de energía.


Las dietas milagro de bajo o muy bajo valor calórico (de menos de 1.200 Kcal/día), así como aquellas en las que la distribución de la energía va a favor de un determinado nutriente (ricas en proteínas y/o grasas y bajas en hidratos de carbono, dietas basadas en hidratos de carbono, etc.), además de ser muy desequilibradas desde el punto de vista dietético y nutricional, implican que el cuerpo comience a movilizar sus reservas de energía del siguiente modo:


En primer lugar se recurre al glucógeno almacenado en el hígado. A partir de esta sustancia nuestro cuerpo obtiene glucosa, un hidrato de carbono que es nuestro principal combustible energético, en especial del sistema nervioso y de las células sanguíneas. Al romperse el glucógeno para la obtención de glucosa se libera gran cantidad de agua que se eliminará vía renal.


En segundo lugar, como nuestras reservas de glucógeno son limitadas, el cuerpo recurre a las proteínas del músculo como fuente alternativa de energía. El músculo es el tejido que mayor cantidad de agua contiene por lo que con la utilización energética de las proteínas, también tiene lugar la liberación de gran cantidad de agua junto con minerales y sustancias tóxicas derivadas de su metabolismo como la urea y el ácido úrico.


En tercer lugar, se acude a los depósitos de grasa, pero sólo a partir de las dos semanas de la realización de una dieta hipocalórica. La grasa es lo que en realidad interesa eliminar, puesto que su exceso en el cuerpo es el verdadero responsable del sobrepeso y de la obesidad.

Por tanto, con las dietas milagro cuya duración no suele exceder de dos semanas, se pierde peso y volumen a expensas de glucógeno, proteínas, agua y minerales y no de grasa. Al terminar o abandonar la dieta milagrosa (y breve) la persona recupera el peso o los kilos perdidos con gran facilidad y en poco tiempo ya que de nuevo se rehidratan los tejidos y se aumenta la ingesta de calorías.

 Otro elemento que colabora a este efecto yo-yo es la evidencia de que las dietas milagro no corrigen los malos hábitos de alimentación de la persona, que son los verdaderos responsables del exceso de peso. Incluso, en ocasiones, hay quien tras haber perdido peso al término de una dieta (milagrosa o no) se permite numerosas concesiones o caprichos alimenticios, lo que provoca que se ganen aún más kilos que los que se han perdido.


En conclusión: El efecto yo-yo es consecuencia directa de una mala dieta y de malos hábitos alimenticios. Las personas han de ser conscientes de que, igual que se cuida el cabello, se debe cuidar la dieta. Llevar unos buenos hábitos alimenticios no es estar a dieta permanente, es entender la alimentación dentro de un orden beneficioso para la propia salud.

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